martes, 6 de diciembre de 2011

MIS CUENTOS- SANDUNGA






SANDUNGA

Consuelo arrojaba maíz a los cuatro puerquitos color rosa en el corral. Previamente había lavado y barrido el lugar donde jugueteaban a brincos. El sol comenzaba el día a través de las palmeras y la selva. Vestía una enagua roja que se recogía entre las piernas, descalza, con los senos al aire, turgentes.
La tía Petrona le llamó y Consuelo corrió hacia ella. Tomó la jícara , una enagua azul y juntas fueron al río. El sonido del agua cristalina corriendo entre las raíces de los juncos vibraba melodioso. Las acamayas se escondían entre las piedras del fondo y los cardúmenes se movían en zig zag. Una iguana las observaba mientras Consuelo se quitaba la enagua y desnuda se adentraba en el lecho acuífero.




La tía Petrona se agachó, tomó una piedra del río con cada mano y se fue a un promontorio. Su tarea, vigilar que ningún curioso se acercara a interrumpir el baño de Consuelo, quien a sus diecisiete años y sus ojos verdes era el blanco de las miradas cuando iba a la plaza.
En un matorral, escuchó pisadas. Lanzó una piedra y gritó.
¡Tuuxa ti’ miati ! ¡Nagasi ruxhii cabe yanni !
De la selva salieron seis soldados del gobierno . Cuatro se abalanzaron sobre Consuelo que trató de correr hacia la orilla y dos con sus mosquetes paralizaron a tía Petrona.
Cargaron a Consuelo quien desnuda, arañaba, golpeaba , mordía y pateaba. Uno a uno, los seis la violaron en turno, rolándose para apuntar con sus armas a Tía Petrona.
Tía Petrona se lanzó sobre los violadores gritando. Un disparó sonó . Cayó sobre el río, manchando el agua de rojo intenso, mientras los peces se escondían en el fondo de las piedras y la iguana se perdía entre las hojas de palmera.


La guarnición fue tomada por sorpresa. Era la hora de la siesta y el sol encandilaba la selva. Nada se movía en el campamento y solo los ronquidos se escuchaban. El vigía fue el primero en dormirse, ante la intensidad de mediodía. Los zapotecos llegaron sigilosos y con el machete, cortaron una a una las cabezas, con movimientos diestros y rápidos. Sólo siete de los soldados se movieron antes de quedar decapitados. El sonido de las cigarras inició el refrescar de la tarde. Como llegaron, los juchitecos se fueron.
Juchitán nunca perdona los escarnios.
Corría el mes de junio de 1869.




En la capital, Oaxaca, el gobernador Félix, tomaba un cognac después de la comida. Le faltaba solo un año para dejar el cargo.
Se presenta el cabo Gutiérrez, quien cuadrándose le dice:
“Con la novedad mi general, que la guarnición de Juchitán fue muerta totalmente, Todos decapitados por los tecos.”
-¡Carajo!
En eso, le pasan el teléfono. Benito Juárez, presidente de México, molesto, le pregunta :
-¿Qué sucede general?
Félix Díaz le dice:
- Los zapotecos de Juchitán Sr. Presidente. Se levantaron para separarse y tener un gobierno independiente . Sólo con balas entenderán. Yo me encargo Sr. Presidente . En veinte días le doy la novedad de todo aplacado. Se necesita cortar de raíz ese vandalismo.
Hacía tres años apenas que el 23 de junio Félix Díaz había entrado cabalgando a la ciudad de México con su hermano Porfirio al lado, 2 días después del fusilamiento de Maximiliano, Miramón y Mejía.
Félix y Porfirio acababan de derrotar en la Antequera de Puebla a los invasores.
-¡ Mierda con los tecos!, dijo Félix al colgar el teléfono.


Los españoles, al construir el templo con los juchitecos colocaron a San Vicente Ferrer como patrono.
La iglesia, blanca, impecable, tiene una fachada de dos columnas, un portón de nogal y dos ventanales en línea. Decenas de palomas vuelan alborotadas por el tañer de las campanas que llaman a Misa. Es el primer domingo de diciembre de 1869.




Juchitán está de fiesta al iniciarse el mes de la Natividad del niño Jesús. Las banderitas de papel picado de diferentes colores adornan las calles.
Los dominicos decidieron que San Vicente Ferrer fuera el patrono de Juchitán. Algunos deseaban colocar en su lugar al santo Santiago, pero Santiago había estado al frente de las batallas dirigiendo a Hernán Cortés, y los Juchitecos sabían esa historia. Siendo de naturaleza indómita los locales, prefirieron que San Vicente cuidara el pueblo. San Vicente había logrado en su natal Valencia, que los matrimonios dejaran de pelear. Su milagro era sencillo, le decía a las valencianas: Cuando tu marido grite, reza un padrenuestro y tres avemarías en silencio sin mover los labios. Si continúa gritando, vuelve a rezar un padre nuestro y tres avemarías sin mover los labios. Así, hasta que veas que el animal se aplaca, porque el milagro se ha logrado. Y sucedía. Como para pelear se necesitan dos, finalmente los maridos se daban la media vuelta y salían de la casa, furiosos, cansados y sedientos de tanto gritar, dirigiéndose a la taberna más cercana.





Félix Díaz avanza por el camino de tierra que uniría Oaxaca con Tehuantepec y que aún no terminaba. Iba al frente presuroso y molesto. Le había prometido a Juárez acabar en 20 días con la rebelión, y había tardado quince días en integrar sus fuerzas.
Además, Juárez no le contestaba al teléfono. Sabía que su esposa, Margarita, estaba muy enferma en cama, pero no era motivo suficiente para no responder a sus llamadas. Logró que el yerno cubano, Pedro Santacilia, casado con Manuela, la hija de Juárez, le contestara:
-General Félix, haga lo conveniente. El Sr presidente en este momento no sabe dónde tiene la cabeza y no se separa del lecho de mi suegra. Si ya le avisó usted, avance .
Así que prefirió terminar este molesto inconveniente. Y pensar que les construía el camino para unir a estos salvajes con la capital Oaxaca. Su traje de paño, con chaquetilla, calzoneras con botonadura lateral, ceñidor y botas , estaba lleno de polvo, mientras el sol sin piedad caía sobre el destacamento al trote. Cuando escuchó las campanadas de la iglesia , ordenó el galope.
Los niños zapotecos jugaban en ronda, para saber quien de ellos sería Maximiliano a quien fusilarían.
Juanita señalaba con su dedito a cada niño mientras contaba:
-Usía, dosía, tresía, cuatrana,manzana, turrucu tu pie, chin malin, chin malacata, Dios por fin, ¡Chilacayota!
Todos los niños corrieron sin regresar, incluyendo al que había perdido y le tocaba hacer de Maximiliano, quien tomó de la mano a Juanita , huyendo juntos.
Félix entró a Juchitán en medio del clima seco y polvoriento. Tomó su reata con la mano izquierda y con la derecha abrió el lazo picando las espuelas de su caballo hacia la entrada del templo. Se escucharon furiosos los cascos de Palomino sobre los mosaicos , mientras Félix, a 6 metros del altar, lanzó con maestría la cuerda de henequén hacia el altar, enlazando a San Vicente Ferrer por la cintura.
Dió dos vueltas a la reata alrededor de la montura, con la mano izquierda hizo girar la cabeza de Palomino y salió a galope tendido por la puerta, con un grito estentóreo ¡Yiiiiijaaaa!
San Vicente Ferrer se partió en pedazos. Los brazos, piernas, cabeza, quedaron regados en el camino.
Y al galope, regresó a sus filas. Justo a tiempo. Se escucharon disparos por los cuatro lados del pueblo y los soldados caían heridos o muertos.
Félix Díaz ordenó la retirada. Mientras el trompeta tocaba , los heridos y muertos del escuadrón dibujaban una línea por el sendero .
La campaña fue difícil. El 27, 28 y 29 de diciembre, Félix Díaz ordenó siete cargas contra Juchitán. Las siete veces fueron rechazados. Los Jiménez y los Cartas conocían bien todos los vericuetos de entrada al pueblo, y unas veces desde las palmeras de cocoteros, otras desde los corrales o saliendo de los pozos, siempre rechazaban con fuego certero y cruzado a Félix. Nunca los encontraban en el mismo lugar, cambiando permanentemente las tácticas juchitecas
El chato Félix, estaba desesperado y furioso.
- ¿Cómo carajos?
Ordenó incendiar el pueblo.
- Así saldrán esos desgraciados . En cuanto salgan, extermínenlos.
La última carga fue con gasolina en las monturas. Las tropas vaciaban la gasolina y le prendían fuego .Primero fue el templo de San Vicente Ferrer. Las llamas se extendieron por las casas vecinas y el pueblo empezó a incendiarse. Las familias, niños, mujeres, ancianos, corrían aterrorizados hacia el río, saliendo despavoridos de sus casas. Los soldados los arrinconaron ante la corriente, mientras algunos juchitecos se lanzaban a nado para tratar de atravesarlo y salvarse. Los disparos aislados de los soldados, los mataban tiñendo de rojo las aguas. Félix Díaz ordenó atacar a bayoneta calada al pueblo inerme y decenas de juchitecos murieron esa tarde.





- ¡Oiga general Félix! ¿A quien se le ocurre?
- Juárez gritaba furioso al otro lado de la línea. -
Me devuelve ahora mismo ese santo a los Juchitecos. No es momento de guerras en el sureste.

- Sí señor presidente.

Ya el año pasado, en julio de 1869, Félix Díaz había destruido catorce retablos del templo de Santo Domingo en la capital del Estado. La tropa saqueó pinturas, muebles y esculturas de arte colonial y Juárez había hablado con él, pidiéndole no volver a alborotar de esa manera.
Colgando Juárez, Félix Díaz llamó a Pedro el cubano.
- Mire don Pedro, esos tecos quieren nombrar a sus autoridades y quieren poner a los Jiménez y los Cartas, que son los mas broncos del pueblo. Mejor aplacarlos. El Sr. Presidente no me dejó explicarle.

La voz tranquila de Pedro Santacilia se escuchó al otro lado de la línea.
- General Félix, es mejor calmar los ánimos allá en Juchitán. El Sr presidente termina su período en un año, y él está confiado en su capacidad para tener tranquila a Oaxaca, incluyendo a los tecos. Yo entiendo lo que sucedió, pero ahora le recomiendo seguir las indicaciones del Sr. Presidente.


Los juchitecos habían recogido a sus familiares y por más que buscaron, no encontraron restos de San Vicente Ferrer.
Albino Jiménez y Benigno Cartas, tomaron, el primero su saxofón y el segundo su trombón, y se unieron a la banda que tocando música acompañó al pueblo a enterrar a las familias. Eran tantos los muertos, que en un ataúd colocaban a varios niños y a otros los llevaban enrollados con un petate. Jacinto Vargas encendía los cohetes que subían con un silbido y terminaban en explosiones lejanas.

Las notas melancólicas de La Sandunga se escucharon en la procesión del entierro. Todo el pueblo iba detrás de los músicos.

Ay! sandunga
Sandunga, tu amor yo quiero
Si no me lo das, sandunga
Sandunga, de amor me muero
¡Ay! sandunga
Sandunga, no seas tan cruel
Y no me niegues, sandunga
Tu boca que sabe a miel
Me paso la noche en vela
Soñando que soy tu dueño
Y luego por la mañana
Comprendo que ha sido un sueño
¡Ay! sandunga
Sandunga, tu amor yo quiero
Si no me lo das, sandunga
Sandunga, de amor me muero
¡Ay! sandunga
Sandunga, no seas tan cruel
Y no me niegues, sandunga
Tu boca que sabe a miel
La noche que nos besamos
A orillas de la laguna
Celosa por vernos juntos
No quiso salir la luna
¡Ay! sandunga
Sandunga, tu amor yo quiero
Si no me lo das, sandunga
Sandunga, de amor me muero
¡Ay! sandunga
Sandunga, no seas tan cruel
Y no me niegues, sandunga
Tu boca que sabe a miel
¡Ay, ay, bigu xhi pé scarú
jma pa ñaca me guiña dó
jma pa ñoo me ndani zuquii
nanixha ñahua laame yanna dxi!

Toda la tarde , Albino, Jacinto, Benigno y otros juchitecos, bebieron silenciosos mezcal, mientras Consuelo, Herminia, Chona y otras paisanas colocaban flores en el altar de la casa del pueblo, escuchando a las plañideras que habían llegado de Tehuantepec formando un coro griego de llantos

El 30 de diciembre fue el entierro . Al día siguiente, en la mañana apareció en los muros de la iglesia y en las palmeras del camino, una proclama firmada por Félix Díaz.

Félix Díaz, general de brigada y gobernador constitucional del estado, a los habitantes del distrito de Juchitán:
Testigo presencial de los acontecimientos que han tenido lugar en esta población, y persuadido de que la mayor parte de los que permanecen en las filas de los trastornadores del orden público, son personas seducidas y engañadas por unos cuantos ambiciosos que sin más objeto que su beneficio particular han sacrificado la quietud, los intereses y hasta la sangre de sus hermanos, poniéndolos al frente del gobierno legítimo para cumplir ellos por su parte con sus depravados proyectos.
Después de haber observado la destrucción del pueblo, ocasionada, cono sabéis, por aquellos cabecillas, que en nada ha influido ni pudo influir en las bien organizadas fuerzas del gobierno; el resultado de tantos esfuerzos que los enemigos del orden han hecho sobre esta plaza, sin más fruto que su propia derrota y desmoralización; y por último, considerando que multitud de familias inofensivas han quedado en la orfandad, vagando por los campos, sin esperanza de ninguna especie, y el pueblo privado de gran parte de sus brazos para atender a su engrandecimiento y felicidad, no puede menos que dirigirles la palabra, en cumplimiento de los deberes que tiene de conservar la sociedad, y ofrecerles el indulto y olvido de sus pasajeros descarríos, a condición de que se presenten ante este gobierno, haciendo entrega de las armas que existan en su poder, seguros de que no serán molestados en manera alguna, dedicándose tranquilamente a sus trabajos.
Juchitán, diciembre 30 de 1870
Los días 31 de diciembre y 1 de enero, las calles del pueblo incendiado se vieron vacías. Nadie quiso salir ese día. Tan solo don Facundo salió con su burro a repartir leche en algunas casas. Higinio Chiñas puso su bandera roja en la puerta para avisar que había matado una vaca para los que quisieran carne .
En la ciudad de México, el padre Francisco acaba de desayunar su chocolate caliente con pan de yema en su parroquia de San Cosme. Sube las escaleras del refertorio y se acerca a las 3 pequeñas puertas de cristal con cortinillas que contienen los santos óleos:
El santo Crisma para ordenaciones, confirmaciones y bautizos, el óleo de los catecúmenos para ungir a los que están preparándose para el bautismo y el óleo de los enfermos, usado también en la unción de los próximos a morir. Todos habían sido debidamente consagrados por el Obispo Diego de la diócesis en la Misa Crismal del año pasado. Llama a Hermenegildo el sacristán y le dice:
-Llevas estos óleos a casa del Presidente Juárez. Yo estaré ahí a las 11.00 en cuanto me vista .
Benito Juárez llamó ese día a su yerno Pedro :
-Dile a Miguel que no estaré esta mañana en el despacho. Margarita se agravó y el Dr. Riquelme me dijo llamara a la familia.
Se dirigió a la recámara donde yacía Margarita, consciente, con la cabeza sobre dos almohadones. La rodeaban Nela la esposa de Pedro, María de Jesús, Margarita. Soledad y Josefa. También estaba Susana, la hija de su primer matrimonio y adoptada con cariño por Margarita. A Benito de trece años se le envió a la escuela, para estar lejos en estos momentos. Eran las 10.30 de la mañana; no había querido desayunar.
A las 3 de la tarde, Margarita lo llamó con los ojos hundidos y él acercándose a sus oídos, escuchó que le decía:
“ Cuidas de las hijas. Les cumples el deseo de casarse por la iglesia”
Benito lloró en silencio y le dijo: “Te pondrás bien, cariño, te pondrás bien.”
Margarita recibió los santos óleos suministrados por el padre Francisco.
A las 4 de la tarde, Margarita murió.
Caminando por el pasillo con macetones de Azucenas que cuidaba Margarita, Benito habló con Pedro Santacilia:
-No quiero que se envíen esquelas. Diles a los amigos que no lo hagan. Quiero discreción en este momento, Pedro.
- Sí, presidente- Contestó Pedro.
Miguel Lerdo de Tejada estaba en su despacho, atendiendo a los mercaderes que deseaban un aumento del huachinango de Veracruz, porque era invierno. Contestó el teléfono y habló con Pedro:
- No es posible eso, Pedro. Margarita era muy querida por todos, una gran persona y el país debe saberlo. Yo ordenaré la publicación a mi nombre y responsabilidad. Si puedes, se lo dices a Juárez. Ya ves que no acepta comunicaciones.
Así se supo de la muerte de Margarita. Todo el país entró en luto. Félix Díaz ya no pudo dar el informe a Benito Juárez de su indulto a los juchitecos.
Benito Juárez no se presentó a su trabajo durante 7 días. Al octavo, Miguel Lerdo de Tejada, Secretario de Relaciones Exteriores, se acercó a él:
-Presidente, este año son las elecciones . Como ya te platiqué, he pensado lanzarme como candidato y te traigo mi renuncia. Te agradezco todo el apoyo que me has dado en estos años. Tomo en cuenta que tu me comentas que estás cansado de esto.
-Miguel, te entiendo. Gracias por el apoyo. Hemos pasado buenos momentos estos nueve años. Te aviso que yo también me lanzo. Sin Margarita, la casa está vacía: allá no haría nada sin ella y aquí en la presidencia siempre habrá actividad. Serás un buen contendiente. Eso sí,- le dijo con una palmada en un hombro de Miguel- ganas y me das Relaciones Exteriores.
Los dos se rieron y Miguel Lerdo salió contento . Al día siguiente, renunció al Partido Liberal de Juárez y fundó el Partido Lerdista. Miguel iniciaba su campaña; estaba seguro de ganar la Presidencia. Ya muchos no querían la reelección de Juárez . Eran demasiados años en el poder.
El Chato Félix Díaz habló por teléfono:
“ Le va a llegar una cabeza suegro, no se asuste. Se trata de San Vicente Ferrer de Juchitán . Viera usted como lo capturé a la primera. ¿Se acuerda cuando lazábamos toros en la Noria con mi hermano Porfirio? No, pues hubiera visto esta lazada y no se la creería. Aquello fue nada. Tengo que devolver los pedazos a Juchitán, para que el indio no siga con sus enojos, pero la cabeza es su regalo. Así no se olvida de este su yerno. Un abrazo. Por ahí lo visito en dos semanas, porque Elizabeth quiere verlo.
Acababa de colgar y sonó el teléfono. Le llamaba desde la Noria su hermano Porfirio.
- ¿Cómo ves Chato? La tercera es la vencida. ¿Nos lanzamos nuevamente para la presidencia ?
- Claro hermano, cuenta conmigo.- Le dice contento Félix- Seguramente Chiapas , Guerrero y yo en Oaxaca te apoyamos.

La tía Herminia presurosa llegó a la casa de Albino.
- Acaban de traer el cuerpo de San Vicente . Por eso el repicar de campanas . Así y toda quemada la Parroquia, le van a hacer una misa de perdón. Vieras en qué cajita tan pequeña llegó. Como si fuera un angelito, todo pedacitos pero sin cabeza. Don Facundo dice que él se encarga de hacerle una cabecita igual, pero tardará 30 días para subirlo al altar. Ya se fue Consuelo a ofrecer flores, yo voy al rato. Allá te espero. ¿le avisas a Benigno?
Todo el pueblo salió hacia los restos ennegrecidos de la Iglesia . Durante los siguientes 4 días, Juchitán vivió de fiesta.
Las elecciones se realizaron el 27 de agosto de ese año de 1871.
Porfirio al día siguiente se declaró ganador en La Noria. En Oaxaca, su hermano Félix dio un discurso felicitándolo.
En el Teatro Nacional, Miguel proclamó el triunfo. Sus amigos y seguidores más cercanos lo acompañaron a brindar al Bar la Opera, que se inauguró en el mes de junio de ese año.
Juárez permaneció esa semana en su casa de San Cosme . Ahí continuó resolviendo los problemas cotidianos del gobierno y no hizo ninguna declaración aunque se la pidieron periódicos extranjeros y nacionales.
El 27 de octubre, sesenta días después de las elecciones, se dieron los resultados:
Benito Juárez: 5,837 votos
Porfirio Díaz: 3,555 votos
Miguel Lerdo de Tejada: 2,874 votos.
El día siguiente, miércoles, Benito Juárez fue a su despacho en la presidencia y llamó a Lerdo de Tejada:
-¿Cómo estás Miguel?
-Bien Presidente. Lo bailado nadie nos lo quita.
-Fue una buena contienda. Te pido me sigas ayudando en la Secretaría de Relaciones Exteriores.
-Lo que digas, presidente. Cuenta conmigo.
Mañana iniciamos campaña contra el oaxaqueño. Seguro va a respingar. Va a suceder como la revuelta de febrero de este año, cuando Francisco Aguirre en San Luis Potosí.
- Que nos dura.
Juárez llamó a Sóstenes Rocha, el general que había derrotado a Trinidad García, colaborador de Francisco Aguirre, en sus revueltas contra el gobierno.
- Nos vamos hacia Oaxaca, general.
- A la orden, Sr. Presidente. ¿A la Noria o al Gobernador?- Pregunta Sóstenes Rocha.
- A los dos- Le contesta Juárez.

Tal como había predicho Benito, Porfirio lanzó el 8 de Noviembre su Plan de la Noria.
- Pónganle Plan de La Noria, total, aquí estamos ¿no?
- También le puedes poner Plan Oaxaca, Porfirio- comentó el Chato.
- No, porque se confunde con el indio . La bandera es No reelección.


La rebelión inició. Apenas llegó a sus oficinas, Félix fue enterado por Juan Robles que dos divisiones de tropas federales estaban a cinco kilómetros de Oaxaca, una de Sóstenes Rocha y otra del Ignacio Alatorre.
- Sóstenes Rocha persiguió la caballería de tu hermano Porfirio, y éste se fue hacia el centro del país.
- ¡Carajo! Vamos a perder, el indio nos va a aplastar, pero quiero darle a mi hermano esta última prueba de afecto.
- Lo que es el indio nos friega.


El Chato Félix y Juan Robles, avanzaban a machete por la selva. Llevaban tres días de camino. Félix, se había caído en un barranco cuando una piedra se desprendió con el peso de la alforja de monedas de plata que llevaba en la espalda. El tesoro se fue al fondo. Juan Robles lo ayudó a salir. Le vendó el tobillo y tuvieron que esperar a que el dolor pasara. Con el tobillo inflamado, siguieron camino, Juan Robles cargándolo y cortando camino entre la selva .
Atrás Félix había dejado esposa, hermanos y amigos. La pequeña escolta con la que salieron de Oaxaca, los había abandonado llevándose una de las alforjas con dinero. Tenían que llegar a Puerto Angel y tomar el Barco Adamy, para salir del país.
Albino Jiménez y Benigno Cartas iban a galope tendido junto con otros cuarenta y dos juchitecos. Nadie hablaba. Estaban por llegar a Puerto Angel. Tomasa, de la servidumbre de Félix, les había hecho llegar la noticia. El Chato huía despavorido. Había salido con una escolta de cinco miembros y con Juan Robles de Oaxaca al amanecer. Tomasa misma le dio las cuatro alforjas que Félix presuroso, llenó de dinero.





Félix Díaz y Juan Robles llegaron a Puerto Angel dos días después. Félix no caminaba, se arrastraba sostenido por Juan . El barco Adamy había zarpado sin ellos.
- Vámonos al bosque Tonameca. Nos escondemos y esperamos el siguiente barco.
- Viene en diez días. Sirve que te alivias del pie. Yo consigo por aquí algo con el peluquero del pueblo.

Albino y Benigno cruzaron Salina Cruz, galoparon hasta Crucecita y ahí se dividieron en dos pinzas. Una al mando de Albino con veinte hombres, otra al mando de Benigno con veintidos.
Al atardecer, sin ruido, sin necesidad de armas, encontraron a Juan Robles sentado al lado de Félix Díaz, quien dormía con la pierna vendada y ensangrentada.
Era el 14 de enero de 1872, apenas catorce días después de que Félix salió de Oaxaca.
Albino con el machete dibujó una cruz en las plantas de los pies de un hambriento y agotado Félix Díaz, obligándolo a caminar . Durante el retorno, los azotaban y escupían. Al caer, con el lado del machete los obligaban a levantarse. Entre insultos le decían
- ¡Acuérdate de San Vicente!
Las campanas de la parroquia llamaron al pueblo de Juchitán a reunirse. Por la calle principal, entró a galope Albino Jiménez. Traía el cuerpo de Félix Díaz amarrado por los tobillos, arrastrándolo igual que Félix hizo con San Vicente Ferrer. La misma saña, el mismo fin. La piel en girones, desmembrados las piernas , los brazos y la cabeza, ensangrentado, con al piel color de tierra y dejando un sendero de sangre, murió Félix Díaz.
En Pochutla llegó una pequeña caja de madera, con un cadáver irreconocible, los genitales arrancados y colocados en la boca. Junto a esta caja, llegó un ataúd de pino con el cuerpo completo de Juan Robles, fusilado.
El comentario del nuevo gobernador de Oaxaca, publicado en el periódico fue:
“ Si bien es sensible la muerte de un hombre, la de este señor era necesaria, por tantos males que ha causado y hoy Oaxaca respirará en paz”


Cuatro años después, Porfirio Díaz gobernaba México. El general Oceguera se presentó ante él con un hombre atado de las manos y los pies.
- Señor presidente. Con la novedad que hemos hecho prisionero a este hombre, Albino Jiménez. Este juchiteco mató a su hermano el General Félix Díaz.
Porfirio Díaz contestó:
“ Suéltenlo. Yo en política no tengo amores ni odios”.

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