miércoles, 4 de enero de 2012
Mis cuentos.- Leónidas
LEÓNIDAS
El cachorro Pug de dos semanas , cabía en una mano de Luis. Dormía profundamente, con ronquidos tenues. La Doctora Fernández salió del consultorio y preguntó:
-¿Quién sigue?
Una señora pesada, de zapatos negros con hebilla, se levantó de su silla azul de plástico y jalando una cadena, se acercó con el Bull Terrier gordo, de mirada triste y ojos rojos, que apenas caminaba.
La sala de espera del consultorio veterinario olía a alcohol. Estaba impecablemente limpia, con un piso blanco de cerámica y ventanas amplias que dejaban entrar la luz del día. En un lado, un anaquel de cuatro divisiones contenía bolsas blancas plastificadas con alimento canino y felino.
Luis continuó leyendo a Faulkner, sosteniendo el libro “Desciende Moisés” con la mano izquierda, mientras que en la derecha tenía al cachorro Pug.
En el sonido del consultorio veterinario tocaban una pieza a nivel mínimo de Jazz Crucero, que suavizaba la espera y hacía la atmósfera relajada.
A la distancia, se oía el tráfico, con claxons ocasionales que no llegaban a perturbar .
La Dra Fernández tomó en sus manos forradas de guantes blancos de látex al cachorro Pug. Lo colocó sobre una toalla blanca situada en la báscula. Lo pesó mientras el cachorro se desperezaba, anotó el peso en una libreta y sin girar la cabeza, preguntó:
-¿Cómo se llama este lindo Pug?
-Leónidas, contestó Luis. El nombre quiere decir domador de Leones.
-Domador de Leones, ven para acá,- Dijo la Dra Fernandez, tomando al cachorro con una mano.
Recordaba muy bien estos lugares. A los 16 años, cuando fue Irene de 1º en Esparta, lo trajeron de prácticas a estas aguas termales, donde tuvieron un recreo después de los ejercicios de conversión.
Las Termópilas eran un paseo frecuente para los jóvenes espartanos antes de entrar al ejército activo a los veinte años, después de haber aprobado los cuatro años de la etapa Ireneica de su aprendizaje.
Leónidas, caminó lentamente hacia Kozma, polemarco a cargo de los cinco regimientos .
- ¿Recuerdas cuando Eryx se quemó los pies al correr entre las Termópilas del oriente?
- Sí, se ríe Kozma. Después de esa aventura, dejó de querer ser el más veloz, y desde entonces lo tengo en el extremo derecho de la falange. Es hábil, tosudo y fuerte y por ningún motivo volvería a correr.
- Eryx seguirá siendo un rebelde disciplinado. Es un buen lugar para él.-dice Leónidas,- mientras,se agacha y toma una piedra redonda, que lanza hacia las orillas del desfiladero.
El paso de las Termópilas tiene sesenta metros de alto, rocoso, escarpado, con un riachuelo de agua tibia y escasos dos metros de ancho de poca profundidad, deslizándose entre piedras blancas redondeadas por la corriente.
Al fondo se ven las montañas azules por la distancia, escarpadas y cubiertas de bosque.
La tranquila tarde anuncia la próxima batalla. El general Temístocles propuso realizar el bloqueo en este paso, donde no podía maniobrar la caballería de Jerjes, y donde solo un carro podía pasar a la vez en hilera, por el estrecho desfiladero. Era el mejor lugar para detener al ejército de 300 000 hombres que Jerjes traía consigo.
El otro retén lo formaba la armada griega en los estrechos de Artemiso, en la extremidad septentrional de Eubea.
Leónidas, Rey Leónidas I de Esparta, se hizo acompañar de 5000 soldados, entre ellos 300 hoplitas espartanos , expertos en las batallas de tierra, con un entrenamiento equipamiento y conocimiento del uso de los terrenos difícil de obtener por otros que no hubieran pasado por los 10 años de disciplina férrea, de la cual estaban tan orgullosos.
Mientras descansaba, se acercó Cosmo, locagós Jefe de Batallón:
- Leónidas: Un mensajero de Jerjes desea hablar con nosotros.
- ¿Qué desea? Hazlo pasar.
Acercan a un combatiente persa de edad, que entrega un mensaje escrito a Leónidas, y espera respuesta.
El mensaje dice lacónico:
“Entreguen las armas”
Jerjes. Rey de reyes.
Leónidas contesta al mensajero:
-Dile a Jerjes, que venga por ellas.
A las tres hrs de haberse retirado el mensajero, se escucha a lo lejos el bullicio de gritos y tambores persas. Se acercan al desfiladero. Los vigías anuncian que son miles de hombres con lanzas cortas.
Los persas avanzan. Llevan en la cabeza la tiara de fieltro de lana, las túnicas con mangas guarnecidas a manera de escamas, cubren sus piernas con pantalones largos y en vez de escudos de metal, llevan escudos de mimbre, tienen lanzas cortas, arcos grandes, flechas de caña en las aljabas y puñales pendiendo de la cintura en el muslo derecho.
Leónidas, Kozma, Eryx, Laertes y Alcander, organizan a sus hoplitas.
Alcander enomotarca llama como jefe de sección a sus hombres.
Laertes, pentecontarca comandante de compañía, la integra con las diferentes secciones de hoplitas.
Eryx, locagós jefe de batallón, agrupa a las diferentes compañías y
Kozma , polemarco, forma a su Regimiento .
Leónidas se coloca en la primera fila de los 5 regimientos, como siempre ha correspondido a los Líderes y Reyes espartanos.
Vestirse para la batalla es un ritual que lleva tiempo.
Dejan sus capas color púrpura dobladas, aunque los griegos dicen que son púrpuras para que la sangre no se vea. Los hoplitas jamás combaten con la capa.
Se colocan cuidadosamente las grebas criémidas para proteger las piernas; la coraza de bronce reproduciendo los músculos del tórax, con la letra lambda grabada en el bronce, en referencia a Lacedemonia –Esparta- y con incrustaciones de oro en el caso de Léonidas y Kozma; el casco de bronce con protección para las mejillas. Este equipo pesa veintisiete kilogramos . Toman con la mano izquierda su aspis o escudo circular de un metro de diámetro, de bronce, que pesa treinta kilogramos, con doble cincho para mayor sujeción que les cubre del mentón a la rodilla;- La familia le decía al despedirlos: “ Vuelve a casa con este escudo o sobre él” , en la mano derecha la lanza de 2.7 metros de largo,- Los hoplitas se llaman así precisamente por el hoplón o escudo, que cada uno adorna con sus símbolos familiares. La mayoría de los hoplones son heredados de padres y abuelos. y la espada corta , xifos, en la cintura para el caso de que la lanza se rompa. Al terminar de armarse, y antes de tomar el escudo, se peinan cuidadosamente el cabello. Entrarán a la batalla, como siempre, acicalados, cuidadosos de sus melenas, así como los persas cuidan y se peinan sus barbas cónicas hirsutas y rizadas.
Morir de frente requiere estar con la mejor imagen.
Leónidas, Kozma y Eryx han trazado el plan de defensa. Como la caballería persa no funciona en un espacio tan reducido, Jerjes enviará por delante sus carros. Sin embargo, solo pueden pasar de uno en uno. Probablemente detrás de un carro, venga otro e igual persas que no pueden ser más de 6 por línea. Si es un carro, las 10 primeras filas hoplitas dan una conversión tantas veces ensayada, y los más hábiles quedan en la retaguardia del carro. Si atacan con el ejército Persa , las líneas se mantienen en formación de combate: escudo en el brazo izquierdo que le protege la mitad del cuerpo y la mitad izquierda del escudo del hoplita a su derecha , protegiéndole la otra mitad corporal. El último del extremo derecho de la falange solo está protegido a medias, pero queda a la orilla del desfiladero. Ahí, Eryx es el número uno, por su fortaleza y habilidad con el hoplon, la lanza y la xifos.
Han decidido que para proteger aún mas a Eryx, la fila hará un cuarto de giro para atacar en diagonal. Esta práctica la han ensayado una y otra vez en el desfiladero, debido a su dificultad en el reducido espacio.
Todo sucedió rápidamente. Primero los Persas atacaron con un carro a toda velocidad, los caballos a galope tendido, gritando:
¡A la victoria hombres de Jerjes! ¡Al ataque!
Detrás del carro, miles de persas se acumulaban en el estrecho, pasando a empujones y gritos en filas de tres, cuatro o máximo cinco hombres.
Cuando el carro llegó a cinco metros de la primera línea, esta realizó una conversión rápida y el carro pasó una, dos, tres, líneas. Cuando llegó a la décima línea, la conversión había terminado, Leónidas estaba ahora al frente de la retaguardia y con su extocersi-lanza-, atravesó a uno de los persas en el carro. Lo mismo hicieron seis lanzas simultáneas con los otros cuatro persas , quienes con sus escudos pequeños de mimbre y lanzas cortas, tiraban golpes , espadazos y mandobles a diestra y siniestra. En dos minutos, los cuerpos sangrantes de los persas formaban una pequeña montaña en el piso del Kalás persa.
Leónidas ordena conversión inversa casi en el mismo instante en que caen los cuerpos persas, y enfrentan en línea cerrada a los primeros persas a pie, quienes no perciben el giro rápido, atacan a unos griegos, pero aparecen otros y todos formando una muralla de escudos inexpugnable. Eryx en el extremo derecho, con su lanza , atraviesa el costado de los persas. El flanco de los hoplitas, en formación diagonal, no deja un solo espacio libre ante el ataque. Se escuchan ahora los cantos espartanos:
“ ¡Henetis has fes Hellas!” - ¡ Hélade tus héroes te saludan!-
que se mezclan con los gritos de dolor de los persas. La batalla continúa por una, dos, tres horas. Los hoplitas realizan medias conversiones a la derecha, protegiendo siempre al combatiente del extremo. Los cadáveres persas son una alfombra sobre la cual marchan los espartanos, siempre en movimiento y en diagonal, nunca de frente ni estáticos, llevando el ritmo con sus cantos.
Cesa el primer ataque persa.
Ahora se escucha el viento al pasar por las paredes del desfiladero, el sol brilla aún más y el fresco de las paredes del risco ahora es mayor por el aire en movimiento. Los griegos, regresan a dejar sus armamentos.
Al día siguiente, nuevamente avanzan los persas, ahora con tres carros , uno detrás de otro, separados por 3 metros cada uno y atacan al galope. Leónidas ordena la conversión al pasar el tercer carro. El primero y el segundo kalás persa han tropezado con los cadáveres de sus propios compañeros, los caballos han caído y los persas en rodillas, en cuclillas o rodando, se protegen como pueden de las lanzas que simultáneamente se les clavan en los costados, la cabeza y el tórax. El tercer kalás se detiene, y antes de poder moverse y girar, los persas son atravesados por múltiples lanzas.
La batalla se suspende. El silencio estremecedor de los persas, permite escuchar algunos gemidos de dolor de sus caídos, que pronto acabarán su vida, mientras los hoplitas de las filas posteriores terminan con ellos.
Leónidas, toma en sus brazos a Laertes que ha caído, lo coloca suavemente sobre su escudo que le acerca Eryx, y entre los dos lo llevan al campamento para retornarlo a la Hélade a sus familiares.
Un hoplita se acerca con la lanza rota de Laertes y coloca los dos pedazos sobre su cuerpo.
Durante seis días, los griegos contuvieron a trescientos mil persas, que siempre atacaban en desorden , unos empujando a otros, y gritando desaforadamente.
Jerjes está desesperado e incrédulo. Hace diez años fué vencido en Maratón, y durante diez años juró venganza, acumulando y armando ejércitos. Su orgullo, “Los inmortales” 10 000 soldados escogidos, que en cuanto uno cae, en el combate o es retirado, en el acto ocupa su lugar otro combatiente.
Jerjes no puede creerlo. El pensaba que en cuanto vieran los griegos las multitudes de combatientes, huirían para ponerse a salvo y nada de eso ha sucedido.
Llama a su consejero Ardaván y le comenta:
-Ahora es mejor esperar que mi flota y sus naves entren por el Mar Egeo hasta el estrecho de Eudeba y ataquen por la retaguardia a estos cretinos griegos. ¿Qué se han creído?
Ardaván le dice:
- Señor, temo que no tengo buenas noticias: La armada enemiga resistió 3 ataques de nuestras naves persas, y la flota se ha retirado hacia Lemnos con grandes pérdidas.
Jerjes:
- He lanzado a los medos y cisios contra estos imbéciles para que solo murieran en gran número. Con tal recibimiento, envié a mis “Inmortales” para liquidar al enemigo y tampoco tuvieron fortuna.
Ardaván, su consejero le dice:
- Mi señor, Suren , mi capitán de carros de combate, me dice que ha tomado prisionero a un etolio que ha vivido en los bosques de las térmopilas toda su vida. Se llama Efialtes y ante el miedo de morir, dice conocer una vereda hacia la retaguardia griega y poder guiarnos por ella.
Jerjes llama a Efialtes, y comienza una conversación para ganar su confianza.
- No temas Efialtes, nada te sucederá. Tu familia y tu están a salvo.
¿Dices que existe un paso hacia el río Asopo que evita el estrecho?
-Así es, su majestad,- contesta Efialtes- Gracias por proteger a mi familia. Desde pequeño cazaba liebres en los bosques del desfiladero de Anopea. Conocí entonces un paso entre los montes Eta y los Bosques de Sasta.
Los griegos tienen vigías en las siete colinas de las montañas de las Termópilas que miran hacia el Río Asopo, y vigilan sus tropas. Pero en el desfiladero de Anopea, caminando de dos en dos, se puede llegar a Alpenoi y Nika, a la retaguardia de la muralla del campamento espartano. En el sendero, nos puede acompañar mi compañero Hydarnes, que también desea protección para él y su familia.
-¿Cómo sabes que llega hasta Alpenoi?
-Porque lo he usado para ir a vender las pieles que curto cuando en el desfiladero están comerciantes que son un peligro para mi.
No es un paso fácil; es un sendero desconocido y con mucha maleza, que nadie utiliza.
-¿No será una trampa? ¿Cómo evitas los vigías en las colinas?
- La montañas evitan ver el fondo del desfiladero.
-¿Pueden pasar 10 000 hombres por tu camino?
- En parejas, evitando el ruido de metales porque las aves se asustan y dispersan. Cuando el primer hombre llegue a Alpenoi, el último de los 10 000 hombres aún no habrá entrado al desfiladero.
- Seguiremos tu camino. Irás adelante y tu familia queda en mis manos hasta que hayamos llegado sin novedad. Si todo sale bien, te premiaré. Si no es así, nunca más verás a tu familia ni ellos a ti.
Demetrius trata de ver algún movimiento a través de la neblina que cubre las montañas del desfiladero. El silencio era interrumpido solo por el sonido del agua fluyendo en el río del fondo del escarpado. A lo lejos se oía el canto de una cascada.
Faltaban veintiun días para recibir los refuerzos. Han transcurrido nueve días y las tropas Persas no han logrado pasar, dejando innumerables muertos. No han vuelto a intentarlo.
El aire frío del atardecer cortaba las mejillas. Demetrius golpeaba el piso de la montaña con sus sandalias cubiertas de piel de borrego, para no entumecerse, dando pasos cortos de un lado a otro.
-¿Ves algo? – le pregunta su compañero Damen.
Demetrius:
-Solo la quietud del día, el frío del atardecer y la neblina bajando por la ladera. Los pájaros ya están en sus nidos durmiendo. El sol desaparecerá rápidamente.
- Yo igualmente, nada he percibido. Es una quietud que no me agrada. ¿Enviaste el reporte sin novedad a Leónidas?
Demetrius:
-Altaír salió hace treinta minutos hacia el campamento
La misma circunstancia, y casi el mismo diálogo, se repetía en las otras seis cúspides de igual número de montañas, donde los vigías griegos se mantenían alertas ante cualquier movimiento enemigo. La quietud de la tarde no era modificada por ningún acontecimiento.
Llegada la noche, los 10,000 “inmortales” , iniciaron la marcha por lo que parecía un bosque impenetrable. Avanzaron de dos en fondo toda la noche, en silencio, sin fogatas, únicamente guiados por la punta de la lanza del hombre de adelante, y todos dirigidos por Efialtes al frente e Hydarnes en la retaguardia. En el camino , cayeron tropezando en la oscuridad cientos de “ inmortales”, pero eran ayudados por sus compañeros en silencio a continuar el camino.
Al amanecer, bajo un cielo intensamente azul sin nubes, llegaron a los desfiladeros de Alpenoi. Este era escarpado y difícil de atacar.
Los 10,000 foceos que había instalado Leónidas para cuidar la retaguardia, en caso de que llegaran las naves persas, fueron sorprendidos al amanecer, y aunque fácilmente defendible la plaza por estar ellos en la cima del precipicio por el que debían pasar los persas, los foceos no cumplieron con su deber y cobardemente huyeron.
Ante la noticia, Leónidas, reunió a sus capitanes, despidió a los que querían marcharse y se mantuvo en su puesto con sus espartanos y 1100 beocios.
Fue una batalla cruenta y sangrienta que duró dos días, hasta que el último combatiente griego cayó atravesado por innumerables lanzas.
Hoy en el lugar existe un monumento a los hermanos griegos caídos en las Termópilas que dice:
“Caminante: Ve y dile a Lacedemonia que sus hijos han muerto sin abandonar su puesto”
Cuando los persas consiguieron forzar el paso de las Termópilas, toda la Grecia se les entregó. La flota griega abandonó sus posiciones en Eudeba y evacuó Atenas y el Ätica. Las mujeres y niños fueron refugiados en Salamina, Egina y el Peloponeso.
Desde Salamina, los griegos presenciaron el saqueo del Ática y la destrucción de Atenas y de la Acrópolis.
Tres meses después, reagrupada la flota griega por Temístocles, vencen a la armada Persa en una de las mayores victorias de la historia del mundo. Los persas perdieron la mitad de sus naves, y al no saber nadar, si se hundían, morían ahogadas las tripulaciones . En cambio los griegos, más entrenados, si se hundían, llegaban a nado a la costa de Salamina, se reintegraban y volvían al combate.
El resto de la flota persa, en su huída, fue aniquilada por completo en la península de Micala.
Luis tomó a Leónidas, lo abrazó cuando lloró por la vacuna que la Dra. Fernández le aplicó.
Luis:
- Ya , ya valiente Leónidas, ya pasará.
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