LITERATURA Y
VIDA
5 de
mayo del 2013
Mis lecturas
Camilo José
Cela.- Mrs. Caldwell habla con su hijo
Por Abel
Hurtado
1/2
¿De qué
puede hablar una madre a su hijo, después que ha muerto éste? Yo me imagino que
en la ausencia del ser amado, sólo hay un inmenso dolor, el silencio, el hablar
con las amigas, y pensar en los bellos momentos antes de su muerte.
Camilo José Cela no hace esto. En su
sexta novela, lleva a Mrs. Caldwell a
conversar con su hijo a través de
diálogos sobre todo lo existente. La
sensibilidad de Cela, su profundidad observadora, le permite escribir páginas
inolvidables, sencillas, de una madre del nivel cultural de Mrs Caldwell, profundamente humanas. El incesto asoma, pero
naturalmente, sin problemas ni trastornos mayores. En cambio, la curiosidad, el
diálogo sincero y honesto, poco común en la vida real, la filosofía, la actitud
ante la vida, aflora permanentemente en sus páginas.
Este libro es un descubrimiento para
el que lo lee, porque sin ser una novela epistolar, ni un diario, es una
creación literaria de envergadura donde la aparente sencillez habla de un
trabajo cuidadoso del escritor.
Les comparto
LOS LÁPICES
DE COLORES
Con todos los colores del arco iris,
hijo mío, se fueron alumbrando todos los lápices de colores del mundo y aún
sobraron colores.
Con los colores más fáciles de inventar,
Eliacim, con los colores puros y de nombre conocido, se alumbraron los lápices
que habían de ser usados por los niños más pequeños, los lápices casi
comestibles que llegarían a convertirse, a fuerza de pasar y repasar sobre el
papel, en alas de pato y en heridores ojos de ciervo.
En el fondo del cielo, Eliacim, allí
donde todas las cosas son más bien de un vago y desvaído tono azul, aún se ven
las ruinas de la primera fábrica de lápices de colores que hubo, una fábrica
pequeña donde todavía trabajan, entre las piedras que se han ido al suelo, unos
hombres viejos y barbudos vestidos como los artesanos alemanes de la Edad
Media.
(La caja de lápices de colores que
te regalé el día de tu cumpleaños, Eliacim, como era una caja de lápices de
colores que jamás se iba a usar, tenía, en vez de lápices de colores, nacaradas
conchas marinas, un colibrí disecado y dos o tres ramitos de violetas. Lloré
mucho cuando te puse la caja de lápices de colores sobre la almohada, Eliacim,
hijo)
Les comparto dos textos de Camilo
José Cela:
UNA
EXCURSIÓN CUALQUIERA
Cuando ibas a una excursión, hijo
mío, a una excursión cualquiera, y te sentías explorador del Himalaya o firme
puntal de la más sacrificada ciencia, yo, Eliacim, me echaba a temblar sólo
pensando en tu vuelta, que solía ser una verdadera catástrofe.
De tus excursiones, hijo mío, aunque
la excursión fuese una excursión cualquiera y sin la menor importancia, volvías
rendido y de mal humor, con las facciones desencajadas, el cabello y el pulso
en desorden, los ojos con el brillo de la fiebre y la ropa deshecha.
Pero yo no te decía nunca nada,
Eliacim; yo siempre fui muy respetuosa con la derrota.
EL RELOJ QUE
GOBIERNA LA CIUDAD
El reloj que gobierna la ciudad,
hijo mío, se ha parado, quizá de viejo, pero la ciudad ha seguido su marcha con
un imperceptible e incluso desgobierno.
El reloj que gobierna la ciudad
desde su alta torre, hijo mío, se ha negado a pasar de las siete treinta, la
hora que aguardan los enamorados para cubrirse la cara con un antifaz y
llevarse una mano de fría cera al corazón.
El reloj que gobierna la ciudad
desde la alta torre que domina el caserío, Eliacim, se ha muerto como se mueren
los pájaros, los barcos de vela, las novias clandestinas, los lobos solitarios,
los ermitaños de Onán, las lunas de los espejos, con una infinita discreción.
(Sobre el embalsamado cadáver de
nuestro reloj, Eliacim, del reloj que ya no gobierna la ciudad, se niegan a
volar los desaprensivos gorriones, las venturosas brujas de la ciudad. Quizá
sea un triste presagio, hijo mío, un presagio aún más triste que la realidad,
la silenciosa muerte de nuestro reloj)